miércoles, noviembre 23, 2011

Estudiante


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Me permites ver a través de tus ojos
y gritar con tu voz.
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La ligereza de tu alma enjuga la mía,
que en otro tiempo estuvo encarcelada.
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Como una niña se engancha de tu mano
y tímidamente alza la voz,
manifestando al mundo
su
existencia.
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jueves, noviembre 10, 2011

Stranger


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Las letras de mi nombre están revueltas.
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Desde el estante mullido, me agrede una memoria.
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Reclama mi traición.
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Azorada me diluyo hasta un rincón,
para tratar de curarme con un mapa.
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viernes, octubre 21, 2011

Frases del abuelo


Recuerdo el día de hoy a mi abuelo, día en que hubiera cumplido un año más.
Pero bueno, no nos podemos quejar, vivió del año 1900 al 2001. Pude disfrutarlo mucho tiempo.

Pongo aquí algunas de sus frases célebres, que me hacen recordarlo con una gran sonrisa.

"Lentejas, o las comes, o las dejas"
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"Oveja que bala, bocado que pierde"
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"No es lo mismo el mondongo de Tapachula, que tápate el mondongo chula"
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"Niña, no me des café en la cama, que el café me quita el sueño.
Mejor prepárame un té, que tomando té me duermo"
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Había muchas más, espero recordarlas e irlas poniendo como un pequeño homenaje al personaje que fue.

Como se lee, bastante picarón.


martes, octubre 11, 2011

Recuerdos de Sarasate

La primera vez que fui al palacio de Bellas Artes escuché un concierto para violín de Pablo Sarasate. Tendría unos 15 años. Estaba pasando las vacaciones en casa de mis abuelos y como estaba empezando a estudiar música en serio, mi abuelo me llevó a comprar dos boletos al teatro, uno para mí y otro para mi abuela. Como el concierto era en domingo a las 12 pm el prefería quedarse a ver el fútbol, antes que asistir a cualquier otro evento cultural. Recuerdo la emoción al ir a comprar el boleto, mi abuelo quería comprar los mejores lugares, y con la ignorancia de un buen corazón, compró dos boletos en primera fila.

Mi abuela perteneció a esa generación elegante, en que se hacían peinados de salón con esa especie de cohete que les calentaba la cabeza, vestía ropa fina y nunca salía sin pintarse "el morro", como ella decía. Yo quería ir como cualquier adolescente que ama sus zapatos viejos y los jeans rotos, pero íbamos a Bellas Artes, y como su nieta, no podía ir como cualquier joven fodongo y apestoso. Así que nos emperifollamos y salimos el domingo temprano a escuchar el concierto.

Los mejores boletos que consiguió mi abuelo resultaron no ser tan buenos, sentadas hasta adelante no alcanzábamos a ver el escenario, pues éste se encuentra un metro por arriba de las primeras butacas, tampoco se escuchaba tan bien, pues el sonido necesita un poco de distancia para mezclar todos los instrumentos y proyectar el color completo de la orquestación de una obra, pero no nos importó lo más mínimo, porque podíamos ver perfectamente al violinista, el cual cautivó a mi abuela. Seguramente tocó bastante bien, pero saliendo del concierto y de camino a la churrería "El Moro", mi abuela no hizo más que comentar lo "guapo y bien parecido" que estaba. A mí me daba mucha risa.

El día de hoy, mi papá me contó que alguna vez Sarasate vino a México y caminando por la calle, se topó con un vendedor de violines artesanales de juguete, de esos que hacen con madera de pino y que tienen astillas por todas partes, con dibujitos y colores de todo tipo y que obviamente no están pensados para tocar. Pues resulta que Sarasate agarró uno, trató de afinarlo como pudo y comenzó a tocar. Poco a poco le fue sacando sonidos al violincito y al poco rato comenzó a juntarse gente a su alrededor, que terminó ovacionándolo. Como fue una experiencia muy bonita, quiso conservar el violín y le preguntó al vendedor cuánto pedía por él. El vendedor con los ojos abiertos como platos le dijo que cualquiera de los otros violines que traía costaba un peso, pero el que él acababa de tocar, (pensando que era una especie de violín mágico o algo así), no estaba a la venta.

Mi padre reía de buena gana al acordarse de ésta anécdota, que a su vez le platicó mi abuela, quien también reía ante la inocencia del buen vendedor.

Agradables charlas de familia y del folklore de este surrealista país.

viernes, octubre 07, 2011

Vaciando el granero

Resulta que en este momento paso por una fase de desempleo. Me encuentro en una especie de limbo entre ordenar cosas, resolver asuntos y pendientes y emigrar a otro país, con la esperanza de poder realizar el sueño de mi vida. Total que para ocuparme y tratar de ganar algo de dinero organicé una venta de garage, indilgando en el asunto a un par de amigas. Lo que comenzó como una especie de pasatiempo lucrativo se ha convertido en toda una experiencia social.

Ha sido hermoso ver que personas honradas y trabajadoras se van felices por comprar un pantalón a 10 pesos o una pañalera a 20, albañiles que lo primero que hicieron al recibir su pago fue ir a comprar un vestido para su esposa o un joyerito para su hija, (en vez de irse por las chelas, o al menos antes de ir ...) niños que celebraron la adquisición de un peluche tuerto como si fuera el tesoro más grande. Mi ahijado que vendió 3 camioncitos para comprarme una raqueta... la mayoría experiencias lindas y enriquecedoras.

La gran pregunta que surge en mi corazón es... ¿vender o regalar? Porque ha llegado gente que se ve verdaderamente necesitada y que paga, incluso sin regatear, todo lo que se lleva. Me parece que para la autoestima de las personas es mejor comprar, no solo porque es honrado y digno, sino porque muchas veces las cosas regaladas no se estiman ni se valoran como las que nos han costado esfuerzo.

Pero el día de hoy estoy verdaderamente acongojada porque llegó a la puerta una viejita, mínimo de 80 años. Me ofreció unas bolsas para el mandado tejidas por ella misma, que la verdad estaban muy bonitas. Mi reacción inmediata fue decir que no, porque sufro de una verdadera adicción a las artesanías y ya no tengo espacio, ni dinero, ni puedo disfrutarlas porque ando de un lado para otro y terminan guardadas en cajas sin que tengan una razón de ser. La señora me pidió permiso para sentarse en una silla, porque estaba adolorida de sus pies y no había vendido nada, me contó que la situación para ella era muy dura porque la gente prefiere comprar cosas de fábrica por lo que cada vez vendía menos y que además tenía que mantenerse ella misma y a su "viejito"... Con ésta palabra me mató. Me preguntó por unos zapatos y le llevé para que se probara todos los que teníamos... no le quedó ninguno. Con desesperación quería que le quedaran para dárselos todos, pero no hubo suerte. Total que le regalé un par de suéteres y le dije que no podía comprarle, pero que le regalaba eso. La señora se descoció en bendiciones y me agarró las manos con tanto agradecimiento que le di un beso y le pedí que no me dijera nada. La señora se fue.

Cuando le platiqué a mi madre ésta historia, me dijo que podía haberle dado más, que le hubiera dado algo de dinero aunque no hubiera comprado la bolsa. Cuánta razón... ahora tengo una verdadera cruda moral porque desaproveché una oportunidad de ser generosa y desprendida, pero simplemente en ese momento no se me ocurrió.

Mi querido mentor y amigo, Juancho Viguria, decía que había que ser agradecidos con las personas que nos permitían ser generosos, que no había que esperar que ellos nos agradecieran, porque el favor nos lo hacían ellos a nosotros, al permitirnos ser mejores personas. Es cierto. Hoy yo dejé ir esta oportunidad y tengo un hueco, que espero poder llenar con alguna otra oportunidad que me ponga la vida.

Compremos cosas hechas a mano y valoremos el trabajo de los artesanos. No es justo que gente que sabe hacer cosas tan bonitas viva en tanta miseria.

sábado, septiembre 03, 2011

Mi pequeño mundo.

Por una breve temporada de mi vida fui scout. Aprendí a hacer nudos cuadrados, a hacer el salto del tigre, a hacer fogatas y levantar tiendas de campaña. De las enseñanzas más bien filosóficas recuerdo poco, pero una de ellas me sigue haciendo eco hasta el día de hoy. Lord Baden Powell decía que había que tratar de dejar este mundo en mejores condiciones de las que lo encontramos. Ésta idea más que motivarme me agobiaba, tratar de dejar el mundo mejor de como se encuentra me parecía siempre algo más que imposible. Pensaba que solo podría hacerse algo si uno fuera presidente de alguna potencia o un magnate con las influencias y recursos para poder arreglar tantas cosas... que si los osos polares, que si el Amazonas, que si el smog, que si los pobres, las mujeres maltratadas, la basura, la injusticia, los enfermos y el más largo de los etcéteras que uno pudiera imaginar. Además la fecha... había que dejar el mundo, es decir: morir.

Habiendo clasificado este pensamiento como utopía, decidí que con tratar de no hacer mucho más daño quizás sería suficiente. Tiempo después llegó a mis manos el Libro Tibetano de la vida y de la muerte y, gracias a ésta lectura el tema de "dejar el mundo" comenzó a parecerme menos tenebroso, oscuro y misterioso. Saber morir es saber vivir y si vivimos bien, moriremos bien. En esas mismas fechas, un querido amigo me dijo que alguien que no recuerdo había dicho, lo que puede significar que la idea en realidad sea suya, que todos los días teníamos que aprender a morir un poco, porque en realidad todos los días morimos un poco. Eso quiere decir que todos los días dejamos un poco el mundo y por tanto, todos los días tenemos la oportunidad de dejarlo un poco mejor.

Nuestro mundo es el inmenso planeta Tierra, pero mi mundo, mi pequeño mundo se remite a unos cuantos lugares diferentes cada día. Hoy, por ejemplo, consistió en un jardín, mi recámara y la cocina. Aunque parezca intrascendente para la humanidad, puedo decir que hoy, muero la porción que me toca morir feliz y tranquila porque dejo mi pequeño universo mejor que como lo encontré hoy mismo.

Sembrar flores, llevar una botella a reciclar o poner en orden un cajón mejoran el mundo, al menos el mío que a veces es muy caótico. Aprender a dejar el mundo cada día, es decir, saber morir un poco, es aprender a nacer y renacer en cada alba. Supongo que con la práctica, uno inclusive puede llegar a disfrutar la partida final, como cuando uno está cansado y satisfecho de al menos haber hecho el intento de hacer algo que vale la pena, y los ojos se nos cierran en pos de ese sueñito reparador... que quien sabe, igual y simplemente nos lleva a nacer y renacer día a día en algún otro lado.

...

Buenas noches.
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miércoles, agosto 31, 2011

Memoir



Susurra Recuerdo a Realidad Lejana:
- Persiste.
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Mas Olvido difumina en grises,
la fría sombra de la
ausencia.
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martes, agosto 30, 2011

Antesala

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Los escuchas esperan impacientes
el encuentro sonoro.
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Glorioso paréntesis
que enmarcará
su propio
silencio.
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jueves, julio 07, 2011

7 de julio

El juez de plaza ha tomado el lugar de honor, acompañado por su esposa.

La novillera ofrece un par de claveles a la dama, quien los coloca sobre su oreja.

El torero prueba suerte lanzando la montera al cielo y, afortunadamente, cae con las orejas del ratón Miguelito hacia arriba.

Comienza la corrida.

Se abre la puerta del toril al “Gorri”, un séter irlandés de raza y color rojo ardiente. El toro sale furioso sacudiendo los cuernos, un par de barquillos para helado atravesados en una media, sujeta fuertemente a su cabeza. Embiste con furia el capote de “El Javi”, quien viste un original traje de luces con vivos pintados a mano sobre papel aluminio. Mirentxu la novillera, observa, ataviada con un traje hecho con envolturas de chocolate de todos los colores.

Luego de unos pases, se escucha un grito desgarrador:

- ¡Me ha mordido el toro!

Mi tía nos jaló fuertemente las orejas, alegando que no quedaba papel aluminio para el pescado y que había desaparecido el postre. Mientras, el Gorri saboreaba sus cuernos, echado plácidamente sobre el capote.

Más tarde, escuchando jotas, mi abuela, todavía con los claveles en la oreja, lloraba.

Extrañaba su tierra, a la que nunca habría de volver.


* Aunque entiendo el valor y necesidad de conservar las tradiciones, estoy completamente en contra del maltrato animal.
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jueves, junio 16, 2011

Tarde

La ventana se viste
con su prístina piel
de motas de agua.
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En el suelo se forman vitrales
que titilan,
imitando al cielo.
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La bugambilia húmeda,
escucha el último canto
de la calandria.
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Escampa.
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La luz se aleja cansada,
para convertirse
en noche.
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miércoles, junio 15, 2011

3 haikus nocturnos

Resbalan noches,
por los diamantes blancos
de los árboles.
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Luna suspira.
Su cauda transparente
mece las hojas.
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Grillo pregunta,
Luciérnaga responde,
y Mundo duerme.
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jueves, abril 14, 2011

Pastiche

Tras la liberación femenina Oliva fundó un imperio de espinacas enlatadas.
Popeye languidecía pues su amada contrató a Brutus
como mano de obra barata.

lunes, abril 11, 2011

Niña de viento

Lo que más quería en la vida era una bici de carreras. Sentía que la necesitaba aún más que las proteínas de los frijoles que eran indispensables para la salud. Sin esperanza alguna, trataba de ahorrar lo suficiente, pero para mí era una cantidad estratosférica, tendría que juntar regalos de navidad y cumpleaños y muchos domingos. Soñando y haciendo cálculos me fui a meter al cuarto de triques y de pronto, ahí estaba. Toda roja, de diez velocidades y con un gran moño para regalo. Estupefacta, no podía creer ese gesto de mis padres, luego del asombro inicial me vino un tremendo remordimiento de conciencia por todas las maldades que les había hecho, secretamente prometí ya no hacer más. Sin embargo, el regalo no era aún oficial, la tenían escondida para darme una sorpresa, así que tendría que aguantarme las ansias.
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Esa tarde tenía clase de piano y mi maestra se había convertido en una gran amiga de la familia, que a veces se quedaba con su hijo a pasar el fin de semana en mi casa. Cuando estábamos a punto de cenar, mi padre sacó la bicicleta y dijo que era un regalo para ella.
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Sentí como se me cuarteaba todo por dentro y cómo se desvanecía mi sangre. Necesitaba más frijoles que nunca. Me diluí.
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Tiempo después, mi padre me regaló la bici que el usaba y en ella recorrí muchos caminos, cronometraba meticulosamente mis tiempos con la ilusión constante de ir a las olimpiadas algún día.
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Sin embargo, lo que más disfrutaba era que luego de pedalear por un tiempo dejaba de ser yo, para ser
sólo
viento.

sábado, abril 09, 2011

Niñas de ayer

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Había que levantarse a las 4 am. A las 5 en punto estaríamos saliendo a carretera. Un viaje largo, caluroso y difícil. El motor del vocho a mis espaldas, se convertiría después de un rato en una especie de mantra que transportaría mi mente a esa otra infancia, en la que mi madre vivió sin su madre, como una niña salvaje que chapoteaba descalza en los ríos, mientras comía mangos verdes y cañas de azúcar. Más que un viaje a otra ciudad, para mí era un viaje en el tiempo.
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A mi tía no le gustaban los recuerdos, pero mi madre se extasiaba contando anécdotas y detalles de su vida en el rancho, estando al cuidado de los nonos. Para mí era incomprensible cómo un pato podía seguir caminando luego de que le habían cortado la cabeza y trataba de imaginar el sabor de la leche recién ordeñada, que hasta sabía a pelos... imaginaba cómo sería un vestido hecho con el costal del alimento para los animales y me preguntaba cómo sería el próximo encuentro con aquellos seres fantasmales que habían vivido junto con mi madre esos tiempos.
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Quería conocer los ojos verdes de Meche y el dedo mutilado del tío Fermín, con el que daba unos pellizcos que no se olvidaban nunca. Quería escuchar la risa de la tía Mace y comer tamales de Ofelia, aunque ella daba un poco de miedo.
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Sentía también aprensión al recordar que habría que rezar el rosario con mi bisabuela, de rodillas en ese piso por el que no dejaban de circular cucarachas de todos tamaños y que muchas de ellas tronarían bajo el zapato implacable de mi tía. Tendríamos que prender el calentador con leña y escuchar correr a los gatos sobre el techo de lámina en las noches, cosecharíamos estropajos y andaríamos libres por las calles.
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Por una semana tendríamos calor, llovería en viernes santo, comeríamos picaditas, visitaríamos infinidad de primos, tíos y sobrinos y como golpe de suerte iríamos un par de días al mar.
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Pero sobretodo, esos días estaría vetada la tristeza.
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Las dos niñas estaríamos felices.
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domingo, marzo 27, 2011

Lucha

Tiemblo,
me desmorono.
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Las estridencias de Bartók se retuercen en mi estómago.
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Me duele.
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Desde el público miro al pianista descaradamente.
Muestra su alma desnuda.
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Apasionada.
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Alegre.
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Recuerdo que no sé mi nombre.
Me inquieta.
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He sido sonido alguna vez.
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Trato de resistirme a la seducción descarada de las disonancias,
que se abrazan a las entrañas
en el centro de mi ser.
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Está bien,
envuélveme.
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Pero
no resuelvas
la
cadencia.
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viernes, marzo 25, 2011

Cante marino



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Piedra enredada en estrellas y huesos
manivela que gira un molino de viento.
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Canto, danza, lamento.
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Un laberinto en el centro.
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En tu palpitar de ola
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engendras al mar,
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Caracola.
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martes, febrero 08, 2011

cante nocturno

Por un agujero de la Vía Láctea
caen las estrellas desamparadas.
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Brilla la luna
resuena la gaita.
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Un manto de niebla cobija mi alma
sincronizada con las chicharras.
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Caen gotas de piedra
por la cascada.
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El viento resopla
silbando una nana
que mece a los cactus
en la madrugada.
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Contemplo, escucho, percibo.
Me mezco, me caigo,
resoplo, resueno,
brillo, danzo, canto, cobijo.
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Soy todo.
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Todo es mío.
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Por un instante de noche
alcancé un breve soslayo
del
infinito.
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