viernes, octubre 07, 2011

Vaciando el granero

Resulta que en este momento paso por una fase de desempleo. Me encuentro en una especie de limbo entre ordenar cosas, resolver asuntos y pendientes y emigrar a otro país, con la esperanza de poder realizar el sueño de mi vida. Total que para ocuparme y tratar de ganar algo de dinero organicé una venta de garage, indilgando en el asunto a un par de amigas. Lo que comenzó como una especie de pasatiempo lucrativo se ha convertido en toda una experiencia social.

Ha sido hermoso ver que personas honradas y trabajadoras se van felices por comprar un pantalón a 10 pesos o una pañalera a 20, albañiles que lo primero que hicieron al recibir su pago fue ir a comprar un vestido para su esposa o un joyerito para su hija, (en vez de irse por las chelas, o al menos antes de ir ...) niños que celebraron la adquisición de un peluche tuerto como si fuera el tesoro más grande. Mi ahijado que vendió 3 camioncitos para comprarme una raqueta... la mayoría experiencias lindas y enriquecedoras.

La gran pregunta que surge en mi corazón es... ¿vender o regalar? Porque ha llegado gente que se ve verdaderamente necesitada y que paga, incluso sin regatear, todo lo que se lleva. Me parece que para la autoestima de las personas es mejor comprar, no solo porque es honrado y digno, sino porque muchas veces las cosas regaladas no se estiman ni se valoran como las que nos han costado esfuerzo.

Pero el día de hoy estoy verdaderamente acongojada porque llegó a la puerta una viejita, mínimo de 80 años. Me ofreció unas bolsas para el mandado tejidas por ella misma, que la verdad estaban muy bonitas. Mi reacción inmediata fue decir que no, porque sufro de una verdadera adicción a las artesanías y ya no tengo espacio, ni dinero, ni puedo disfrutarlas porque ando de un lado para otro y terminan guardadas en cajas sin que tengan una razón de ser. La señora me pidió permiso para sentarse en una silla, porque estaba adolorida de sus pies y no había vendido nada, me contó que la situación para ella era muy dura porque la gente prefiere comprar cosas de fábrica por lo que cada vez vendía menos y que además tenía que mantenerse ella misma y a su "viejito"... Con ésta palabra me mató. Me preguntó por unos zapatos y le llevé para que se probara todos los que teníamos... no le quedó ninguno. Con desesperación quería que le quedaran para dárselos todos, pero no hubo suerte. Total que le regalé un par de suéteres y le dije que no podía comprarle, pero que le regalaba eso. La señora se descoció en bendiciones y me agarró las manos con tanto agradecimiento que le di un beso y le pedí que no me dijera nada. La señora se fue.

Cuando le platiqué a mi madre ésta historia, me dijo que podía haberle dado más, que le hubiera dado algo de dinero aunque no hubiera comprado la bolsa. Cuánta razón... ahora tengo una verdadera cruda moral porque desaproveché una oportunidad de ser generosa y desprendida, pero simplemente en ese momento no se me ocurrió.

Mi querido mentor y amigo, Juancho Viguria, decía que había que ser agradecidos con las personas que nos permitían ser generosos, que no había que esperar que ellos nos agradecieran, porque el favor nos lo hacían ellos a nosotros, al permitirnos ser mejores personas. Es cierto. Hoy yo dejé ir esta oportunidad y tengo un hueco, que espero poder llenar con alguna otra oportunidad que me ponga la vida.

Compremos cosas hechas a mano y valoremos el trabajo de los artesanos. No es justo que gente que sabe hacer cosas tan bonitas viva en tanta miseria.

No hay comentarios.: