viernes, junio 25, 2010

floreros sin flores


Varias veces he comentado cosas sobre mi gran amigo Juantxo Viguria, y es que fue un personaje sin igual en simpatía y carisma, extraordinario conversador de amplia cultura y con toda clase de anécdotas, que si se juntaran todas bastarían para compilar algunos libros. Hoy recuerdo en especial una, en la que luego de escuchar una grabación del tercer concierto para piano de Rachmaninov, interpretado por el pianista y amigo cubano Frank Fernández, en un gesto torero de admiración y respeto fue por un clavel rojo que adornaba su mesa y lo lanzó sobre el tocadiscos seguido de una elegante reverencia. Tiempo después le platicaron a Frank esta historia y quedó profundamente conmovido.

Juantxo tenía además costumbres arraigadas, como la de ir a desayunar todos los miércoles a las 9 am al sanborns de la esquina de su casa, acompañado de su inseparable cuadrilla. Siempre amable, zalamero, con un sinfín de chistes y comentarios alegres, de buen humor y claro está, con sus generosas propinas, supo ganarse el cariño y simpatía de todas las meseras del lugar.

Juantxo murió un martes, el miércoles siguiente sus amigos se reunieron en ese mismo sanborns para de ahí partir al sepelio, lugar que se vistió de luto al enterarse de la triste noticia. Entre lágrimas sinceras y suspiros las meseras juntaron todos los claveles con que suelen adornar las mesas del restaurante, hicieron un buen ramillete y lo entregaron a la cuadrilla para que lo llevaran a su querido amigo y asiduo cliente. Dichos claveles cubrieron el féretro de mi amigo.

Lo que me queda claro, a manera de moraleja es que, se cosechan más claveles con sonrisas y alegría que con una buena versión del Rachmaninov 3.

Yo desde aquí, le aviento otro más al cielo.