Los tecolotes blancos que siguen navegando,
aunque la luna ya esté muerta.
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Los ojos ambarinos que fulguran mas aún,
cuando sus párpados se cierran.
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El fierro viejo de una banca verde,
que antes fue considerada un templo.
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Los cuervos elegantes, de pelaje siempre negro.
La alquimia de las musas y los ecos del paisaje.
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Los cafés que ya cerraron,
y yo con este frío,
y Joan Manuel que sigue cantando,
y las lágrimas perpetuas que tozudamente embalsaman
lo que aún le queda a esta mirada.