viernes, octubre 21, 2011

Frases del abuelo


Recuerdo el día de hoy a mi abuelo, día en que hubiera cumplido un año más.
Pero bueno, no nos podemos quejar, vivió del año 1900 al 2001. Pude disfrutarlo mucho tiempo.

Pongo aquí algunas de sus frases célebres, que me hacen recordarlo con una gran sonrisa.

"Lentejas, o las comes, o las dejas"
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"Oveja que bala, bocado que pierde"
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"No es lo mismo el mondongo de Tapachula, que tápate el mondongo chula"
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"Niña, no me des café en la cama, que el café me quita el sueño.
Mejor prepárame un té, que tomando té me duermo"
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Había muchas más, espero recordarlas e irlas poniendo como un pequeño homenaje al personaje que fue.

Como se lee, bastante picarón.


martes, octubre 11, 2011

Recuerdos de Sarasate

La primera vez que fui al palacio de Bellas Artes escuché un concierto para violín de Pablo Sarasate. Tendría unos 15 años. Estaba pasando las vacaciones en casa de mis abuelos y como estaba empezando a estudiar música en serio, mi abuelo me llevó a comprar dos boletos al teatro, uno para mí y otro para mi abuela. Como el concierto era en domingo a las 12 pm el prefería quedarse a ver el fútbol, antes que asistir a cualquier otro evento cultural. Recuerdo la emoción al ir a comprar el boleto, mi abuelo quería comprar los mejores lugares, y con la ignorancia de un buen corazón, compró dos boletos en primera fila.

Mi abuela perteneció a esa generación elegante, en que se hacían peinados de salón con esa especie de cohete que les calentaba la cabeza, vestía ropa fina y nunca salía sin pintarse "el morro", como ella decía. Yo quería ir como cualquier adolescente que ama sus zapatos viejos y los jeans rotos, pero íbamos a Bellas Artes, y como su nieta, no podía ir como cualquier joven fodongo y apestoso. Así que nos emperifollamos y salimos el domingo temprano a escuchar el concierto.

Los mejores boletos que consiguió mi abuelo resultaron no ser tan buenos, sentadas hasta adelante no alcanzábamos a ver el escenario, pues éste se encuentra un metro por arriba de las primeras butacas, tampoco se escuchaba tan bien, pues el sonido necesita un poco de distancia para mezclar todos los instrumentos y proyectar el color completo de la orquestación de una obra, pero no nos importó lo más mínimo, porque podíamos ver perfectamente al violinista, el cual cautivó a mi abuela. Seguramente tocó bastante bien, pero saliendo del concierto y de camino a la churrería "El Moro", mi abuela no hizo más que comentar lo "guapo y bien parecido" que estaba. A mí me daba mucha risa.

El día de hoy, mi papá me contó que alguna vez Sarasate vino a México y caminando por la calle, se topó con un vendedor de violines artesanales de juguete, de esos que hacen con madera de pino y que tienen astillas por todas partes, con dibujitos y colores de todo tipo y que obviamente no están pensados para tocar. Pues resulta que Sarasate agarró uno, trató de afinarlo como pudo y comenzó a tocar. Poco a poco le fue sacando sonidos al violincito y al poco rato comenzó a juntarse gente a su alrededor, que terminó ovacionándolo. Como fue una experiencia muy bonita, quiso conservar el violín y le preguntó al vendedor cuánto pedía por él. El vendedor con los ojos abiertos como platos le dijo que cualquiera de los otros violines que traía costaba un peso, pero el que él acababa de tocar, (pensando que era una especie de violín mágico o algo así), no estaba a la venta.

Mi padre reía de buena gana al acordarse de ésta anécdota, que a su vez le platicó mi abuela, quien también reía ante la inocencia del buen vendedor.

Agradables charlas de familia y del folklore de este surrealista país.

viernes, octubre 07, 2011

Vaciando el granero

Resulta que en este momento paso por una fase de desempleo. Me encuentro en una especie de limbo entre ordenar cosas, resolver asuntos y pendientes y emigrar a otro país, con la esperanza de poder realizar el sueño de mi vida. Total que para ocuparme y tratar de ganar algo de dinero organicé una venta de garage, indilgando en el asunto a un par de amigas. Lo que comenzó como una especie de pasatiempo lucrativo se ha convertido en toda una experiencia social.

Ha sido hermoso ver que personas honradas y trabajadoras se van felices por comprar un pantalón a 10 pesos o una pañalera a 20, albañiles que lo primero que hicieron al recibir su pago fue ir a comprar un vestido para su esposa o un joyerito para su hija, (en vez de irse por las chelas, o al menos antes de ir ...) niños que celebraron la adquisición de un peluche tuerto como si fuera el tesoro más grande. Mi ahijado que vendió 3 camioncitos para comprarme una raqueta... la mayoría experiencias lindas y enriquecedoras.

La gran pregunta que surge en mi corazón es... ¿vender o regalar? Porque ha llegado gente que se ve verdaderamente necesitada y que paga, incluso sin regatear, todo lo que se lleva. Me parece que para la autoestima de las personas es mejor comprar, no solo porque es honrado y digno, sino porque muchas veces las cosas regaladas no se estiman ni se valoran como las que nos han costado esfuerzo.

Pero el día de hoy estoy verdaderamente acongojada porque llegó a la puerta una viejita, mínimo de 80 años. Me ofreció unas bolsas para el mandado tejidas por ella misma, que la verdad estaban muy bonitas. Mi reacción inmediata fue decir que no, porque sufro de una verdadera adicción a las artesanías y ya no tengo espacio, ni dinero, ni puedo disfrutarlas porque ando de un lado para otro y terminan guardadas en cajas sin que tengan una razón de ser. La señora me pidió permiso para sentarse en una silla, porque estaba adolorida de sus pies y no había vendido nada, me contó que la situación para ella era muy dura porque la gente prefiere comprar cosas de fábrica por lo que cada vez vendía menos y que además tenía que mantenerse ella misma y a su "viejito"... Con ésta palabra me mató. Me preguntó por unos zapatos y le llevé para que se probara todos los que teníamos... no le quedó ninguno. Con desesperación quería que le quedaran para dárselos todos, pero no hubo suerte. Total que le regalé un par de suéteres y le dije que no podía comprarle, pero que le regalaba eso. La señora se descoció en bendiciones y me agarró las manos con tanto agradecimiento que le di un beso y le pedí que no me dijera nada. La señora se fue.

Cuando le platiqué a mi madre ésta historia, me dijo que podía haberle dado más, que le hubiera dado algo de dinero aunque no hubiera comprado la bolsa. Cuánta razón... ahora tengo una verdadera cruda moral porque desaproveché una oportunidad de ser generosa y desprendida, pero simplemente en ese momento no se me ocurrió.

Mi querido mentor y amigo, Juancho Viguria, decía que había que ser agradecidos con las personas que nos permitían ser generosos, que no había que esperar que ellos nos agradecieran, porque el favor nos lo hacían ellos a nosotros, al permitirnos ser mejores personas. Es cierto. Hoy yo dejé ir esta oportunidad y tengo un hueco, que espero poder llenar con alguna otra oportunidad que me ponga la vida.

Compremos cosas hechas a mano y valoremos el trabajo de los artesanos. No es justo que gente que sabe hacer cosas tan bonitas viva en tanta miseria.