lunes, septiembre 29, 2008

shake II

Al filo de la media noche recorro el camino de siempre,
oyendo el crujir incesante del pasto ya congelado por la helada.
Mis pasos se vuelven más y más pesantes hasta que me inmovilizo por completo.
El quebranto del pasto se extiende hacia mis venas.
Una a una se petrifican y se van punzando.
Me contraigo, me rompo...
puedo escuchar el crujir cristalizado en cada una de mis células.
Me reduzco al mínimo, me asfixio.
.
El aliento del guardián amarillo me ayuda a abrir los ojos.
Tendida a la mitad del campo reconozco inmediatamente a Venus.
Sé bien que es ella pues no titila.
Su brillo no le pertenece,
(es solo un pálido reflejo que le presta el sol,
para que se vista cuando él no está).
.
Entiendo su tristeza.
Con un nudo en la garganta,
me abrazo a mi guardián
y
sigo
caminando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me he quedado lo suficiente pero he visto lo suficiente para volver. Ese poco ha sido mucho, un agradable hallazgo de sensibilidad.

Anónimo dijo...

Gran maestra del silencio más sonoro, debo reconocer tu siempre presente y creciente talento en todo. Me encantan tus escritos, especialmente aquellos donde nos regalas una parte de ti. Es decir los más intimos, aquellos que hablan en un tono intimo de tus sentires y saberes. un abrazo! chim