domingo, septiembre 28, 2008

shake

Caminando por el parque, repentinamente una nube se introduce en mi cabeza.
Su densidad aumenta de pronto y todo se convierte en blanco.
Mis ojos vislumbran un paisaje desolado, inerte, con ráfagas punzantes de un viento azuloso.
La nube es ahora un iceberg del que emana un frío congelador.
Me jala.
Me resisto.
Abro la boca para tratar de respirar y mi lengua se hiela por completo.
Adormecida se sacude junto con todo mi cuerpo, que no resiste más el frío.
.
Desde la banca que acogió mi lucha, contemplo al cuervo profundamente negro.
Al mismo de siempre.
Es el cuervo de ojos ambarinos, al que la señora del puesto suele regalar tortillas cortadas en trozos.
Uno, dos, tres brinquitos escoge la tortilla.
Uno, dos, tres brinquitos regresa al charco.
La remoja por un lado y espera.
La voltea y se remoja por el otro.
Se la come, la disfruta.
Va por otra más y repite el ciclo.
Pienso que su alimento podría llamarse "charcoquiles".
Le sonrío.
Se da cuenta y clava sus ojos en los míos.
"...no te vayas todavía..."
Me dijo suavemente y,
Uno, dos y tres brinquitos, fue por la siguiente tortilla.

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