Antes de que dios fuera dios ya existía y tenía un nombre. Los pobladores del lugar la llamaban simplemente por lo que es, una roca desde la que se ve el mar.
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Los hombres salían mucho al océano, y en este punto se reunían las mujeres a esperarlos, a verlos llegar. Muchas veces estos llegaban cargados de merluzas y ballenas, o mercancías que intercambiaban con vikingos u otros pueblos marinos. Otras veces tardaban en llegar y muchas otras no volvían.
Los hombres salían mucho al océano, y en este punto se reunían las mujeres a esperarlos, a verlos llegar. Muchas veces estos llegaban cargados de merluzas y ballenas, o mercancías que intercambiaban con vikingos u otros pueblos marinos. Otras veces tardaban en llegar y muchas otras no volvían.
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Pero siempre, al rededor de la roca esperaban las mujeres, ilusionadas a veces, temerosas otras, fuertes y arraigadas a su tierra, a sus quehaceres y a su amor. En torno a esta piedra se contaron mil leyendas y aventuras, se vislumbraba la alegría de una vela o se sucumbía ante la agonizante espera.
Pero siempre, al rededor de la roca esperaban las mujeres, ilusionadas a veces, temerosas otras, fuertes y arraigadas a su tierra, a sus quehaceres y a su amor. En torno a esta piedra se contaron mil leyendas y aventuras, se vislumbraba la alegría de una vela o se sucumbía ante la agonizante espera.
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Algunos viejos dicen que si escuchas con atención, el silbido del viento te platica sus historias, yo, en una tarde, escuché varias. Recuerdo una de un guerrero que peleó por la libertad en una isla vecina, un hombre generoso y valiente, que supo dar y entregó todo por su causa. Sin embargo, fue traicionado por su amada y loco de dolor en una pequeña embarcación se retiró al mar para navegar sin rumbo, nunca fue capaz de volver a tocar tierra; pero a veces, en las zonas bajas del peñasco, el viento entra y hace retumbar su lamento en las grietas del acantilado.
Algunos viejos dicen que si escuchas con atención, el silbido del viento te platica sus historias, yo, en una tarde, escuché varias. Recuerdo una de un guerrero que peleó por la libertad en una isla vecina, un hombre generoso y valiente, que supo dar y entregó todo por su causa. Sin embargo, fue traicionado por su amada y loco de dolor en una pequeña embarcación se retiró al mar para navegar sin rumbo, nunca fue capaz de volver a tocar tierra; pero a veces, en las zonas bajas del peñasco, el viento entra y hace retumbar su lamento en las grietas del acantilado.
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Se hablaba de embarcaciones enteras que habían sucumbido ante hechizos de sirenas,o de brujas que bailaban en los akelarres; de temibles monstruos marinos o de batallas contra otros pescadores. Se inventaron rezos, conjuros y talismanes. Funcionaron. Cada vez menos hombres se perdían en el mar. A lo único que no se le encontró remedio fue a los fantasmas, ya que estos se incrustan en la mente; aún en la mas inteligente.
Se hablaba de embarcaciones enteras que habían sucumbido ante hechizos de sirenas,o de brujas que bailaban en los akelarres; de temibles monstruos marinos o de batallas contra otros pescadores. Se inventaron rezos, conjuros y talismanes. Funcionaron. Cada vez menos hombres se perdían en el mar. A lo único que no se le encontró remedio fue a los fantasmas, ya que estos se incrustan en la mente; aún en la mas inteligente.
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Gracias a estos remedios y a algunos avances tecnológicos, desde hace mucho tiempo las mujeres ya no visitan la roca; que antes de que el tiempo fuera tiempo fue llamada Itziar; sin embargo ella permanece, e imperturbable mira al mar y espera, le sigue esperando.
Gracias a estos remedios y a algunos avances tecnológicos, desde hace mucho tiempo las mujeres ya no visitan la roca; que antes de que el tiempo fuera tiempo fue llamada Itziar; sin embargo ella permanece, e imperturbable mira al mar y espera, le sigue esperando.
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